sábado, 24 de agosto de 2013

Una carta importante para los Obispos de Brasil... y todos nosotros


Dom Tomas Balduino         Dom Pedro Casaldáliga              Dom José M. Pires   
        Goiás                        Sao Felix do Araguaia                            Paraiba    

"Ésta es la ocasión de vivir dentro de una Iglesia plural y pobre, de opción por los pobres"

Fiesta de la Asunción de Nuestra Señora
Queridos hermanos en el episcopado: Somos tres obispos eméritos que, de acuerdo con las enseñanzas del Concilio Vaticano II, a pesar de no ser más pastores de una Iglesia local, participamos siempre del Colegio episcopal, y junto con el Papa, nos sentimos responsables de la comunión universal de la Iglesia Católica.
  Nos alegró mucho la elección del Papa Francisco en el pastoreo de la Iglesia, por sus mensajes de renovación y conversión, con sus contantes llamados a una mayor simplicidad evangélica y mayor celo de amor pastoral por toda la Iglesia. Nos tocó también su reciente visita al Brasil, particularmente sus palabras a los jóvenes y a los obispos. Hasta nos trajo a la memoria el histórico Pacto de las Catacumbas.
  ¿Nos damos cuenta nosotros, los obispos, de lo que, teológicamente, significa ese nuevo horizonte eclesial? En Brasil, en una entrevista, el Papa recordó la famosa máxima medieval "Ecclesia semper renovanda".
Por pensar en esa nuestra responsabilidad como obispos de la Iglesia Católica, nos permitimos este gesto de confianza de escribirles estas reflexiones, con un pedido fraterno para que desarrollemos un mayor diálogo al respecto.

1. La Teología del Vaticano II sobre el ministerio episcopal

 El Decreto Christus Dominus dedica el 2º capítulo a la relación entre obispo e Iglesia Particular. Se presenta cada Diócesis como "porción del Pueblo de Dios" (no es más sólo un territorio) y afirma que, "en cada Iglesia local está y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo, una, santa, católica y apostólica" (CD 11), pues toda Iglesia local no es sólo un pedazo de Iglesia o filial del Vaticano, sino que es verdaderamente Iglesia de Cristo, y así la designa el Nuevo Testamento (LG 22). "Cada Iglesia local es congregada por el Espíritu Santo, por medio del Evangelio, tiene su consistencia propia en el servicio de la caridad, esto es, en la misión de transformar al mundo y testimoniar el Reino de Dios. Esa misión se expresa en la Eucaristía y en los sacramentos. Esto se vive en la comunión con su pastor, el obispo".
 Esa teología sitúa al obispo no por encima o fuera de su Iglesia, sino como cristiano inserto en el rebaño y con un ministerio de servicio a sus hermanos. A partir de esa inserción, cada obispo, local o emérito, así como los auxiliares y los que trabajan en funciones pastorales sin diócesis, todos, en cuanto portadores del don recibido de Dios en la ordenación, son miembros del Colegio Episcopal y responsables de la catolicidad de la Iglesia.

2. La sinodalidad necesaria en el siglo XXI

  La organización del papado como estructura monárquica centralizada fue instituida a partir del pontificado de Gregorio VII, en 1078. Durante el 1º milenio del Cristianismo, el primado del obispo de Roma estaba organizado de forma más colegial y la Iglesia toda era más sinodal.
  El Concilio Vaticano II orientó a la Iglesia hacia la comprensión del episcopado como un ministerio colegial. Esa innovación encontró, durante el Concilio, la oposición de una minoría disconforme. El asunto, en verdad, no fue suficientemente asumido. Además, el Código de Derecho Canónico de 1983 y los documentos emanados del Vaticano, a partir de entonces, no priorizaron la colegialidad, sino que restringieron su comprensión y crearon barreras a su ejercicio. Eso favoreció la centralización y el creciente poder de la Curia romana, en detrimento de las Conferencias nacionales y continentales y del propio Sínodo de los obispos, de carácter sólo consultivo y no deliberativo, siendo que tales organismos detentan, junto con el Obispo de Roma, el supremo y pleno poder en relación a la Iglesia entera.
  Ahora, el Papa Francisco parece desear restituir a las estructuras de la Iglesia Católica y a cada una de nuestras diócesis una organización más sinodal y de comunión colegiada. En esa orientación, constituyó una comisión de cardenales de todos los continentes para estudiar una posible reforma de la Curia Romana. Sin embargo, para dar pasos concretos y eficientes en ese camino - lo que ya está sucediendo - él necesita de nuestra participación activa y conciente. Debemos hacer eso como forma de comprender la propia función de obispos, no como meros consejeros y auxiliares del Papa, que lo ayudan a medida que él pide o desea, sino como pastores, encargados con el Papa de velar por la comunión universal y el cuidado de todas las Iglesias.
 
3. El cincuentenario del Concílio

  En este momento histórico, que coincide también con el cincuentenario del Concilio Vaticano II, la primera contribución que podemos dar a la Iglesia es asumir nuestra misión de pastores que ejercen el sacerdocio del Nuevo Testamento, no como sacerdotes de la antigua ley, sino como profetas. Esto nos obliga a colaborar efectivamente con el obispo de Roma, expresando con más libertad y autonomía nuestra opinión sobre los asuntos que piden una revisión pastoral y teológica. Si los obispos de todo el mundo ejerciesen con más libertad y responsabilidad fraternas el deber del diálogo y diesen su opinión más libremente sobre varios asuntos, ciertamente, se quebrarían ciertos tabúes, y la Iglesia podría retomar el diálogo con la humanidad, que el Papa Juan XXIII inició y el Papa Francisco está señalando.
  La ocasión, pues, es la de asumir el Concilio Vaticano II actualizado, superar de una vez por todas la tentación de Cristiandad, vivir dentro de una Iglesia plural y pobre, de opción por los pobres, una eclesiología de participación, de liberación, de diaconía, de profecía, de martirio... Una Iglesia explícitamente ecuménica, de fe y política, de integración de Nuestra América, reivindicando los plenos derechos de la mujer, superando al respecto las cerrazones provenientes de una eclesiología equivocada.
  Concluido el Concilio, algunos obispos - muchos del Brasil - celebraron el Pacto de las Catacumbas de Santa Domitila. Aproximadamente 500 obispos los siguieron en ese compromiso de radical y profunda conversión personal. Fue así como se inauguró la recepción valiente y profética del Concilio.
  Hoy en día, muchas personas, en diversas partes del mundo, están pensando en un nuevo Pacto de las Catacumbas. Por eso, deseando contribuir a la reflexión eclesial de ustedes, enviamos anexo el texto original del Primer Pacto.
  El clericalismo denunciado por el Papa Francisco está secuestrando la centralidad del Pueblo de Dios en la comprensión de una Iglesia cuyos miembros, por el bautismo, son elevados a la dignidad de "sacerdotes, profetas y reyes". El mismo clericalismo viene excluyendo el protagonismo eclesial de los laicos y laicas, haciendo que el sacramento del orden se sobreponga al sacramento del bautismo y a la radical igualdad en Cristo de todos los bautizados y bautizadas.
  Además, en un contexto de mundo en el cual la mayoría de los católicos está en los países del Sur (América Latina y África), se torna importante dar a la Iglesia otros rostros además del usual, expresado en la cultura occidental. En nuestros países, es preciso tener la libertad de des-occidentalizar el lenguaje de la fe y de la liturgia latina, no para crear una Iglesia diferente, sino para enriquecer la catolicidad eclesial.
  Finalmente, está en juego nuestro diálogo con el mundo. Está en cuestión cuál es la imagen de Dios que damos al mundo y de la cual damos testimonio por nuestro modo de ser, por el lenguaje de nuestras celebraciones y por la forma que toma nuestra pastoral. Ese ponto es el que más nos debe preocupar y exigir nuestra atención. En la Biblia, para el Pueblo de Israel, "volver al primer amor", significaba retomar la mística y la espiritualidad del Éxodo.
Para nuestras Iglesias de América Latina, "volver al primer amor" es retomar la mística del Reino de Dios en la caminada junto a los pobres y al servicio de su liberación. En nuestras diócesis, las pastorales sociales no pueden ser meros apéndices de la organización eclesial o expresiones menores de nuestro cuidado pastoral. Al contrario, es lo que nos constituye como Iglesia, asamblea reunida por el Espíritu para dar testimonio de que el Reino está viniendo y que de hecho oramos y deseamos: ¡venga tu Reino!
  Esta hora es, sin duda, sobre todo para nosotros, los obispos, con urgencia, la hora de la acción. El Papa Francisco, al dirigirse a los jóvenes en la Jornada Mundial y al darles apoyo en sus movilizaciones, así se expresó: "Quiero que la Iglesia salga a la calle". Eso es un eco de la entusiasta palabra del apóstol Pablo a los Romanos; "Es hora de despertar, es hora de vestir las armas de la luz" (13,11). Sea esa nuestra mística y nuestro más profundo amor.
Abrazos, con fraterna amistad.
Dom José Maria Pires, arzobispo emérito de Paraíba
Dom Tomás Balduino, obispo emérito de Goiás
Dom Pedro Casaldáliga, obispo emérito de São Félix do Araguaia

Tomado de Religión Digital 

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Ecos de la JMJ 2013 + FC



Terminados la Jornada Mundial de la Juventud y el Encuentro de la Familia Claretiana en Brasil, recogemos los ecos más relevantes:
  
El Encuentro FC, una experiencia que vale la pena

Comentan los PP. Ronaldo Mazula y Henry Ramírez, Prefectos de apostolado de Brasil y Colombia-Ecuador: 

  La Llegada del Papa Francisco a Rio de Janeiro y la realización de la JMJ 2013 estuvo marcada para la familia Claretiana por unos días previos de encuentro e integración. Sin lugar a dudas fue un momento de profunda comunión eclesial, en medio de una iglesia llena de contradicciones internas, pero con una fuerza espiritual que quiere que caminemos hacia los pobres y hacia el profetismo.

  Muchos nos hemos preguntado que fruto puede dejar para los jóvenes un evento tan masivo, la efusividad, la sensibilidad que se despiertan puede ser como un fuego que se inicia con la paja seca pero que luego se apaga en un instante.

  Los eventos masivos pueden condenar a la persona al anonimato, a la efervescencia y la euforia momentánea y quedarnos con una masa acrítica y sin voz propia. Pero no podemos negar que un acontecimiento como la JMJ vivida en Rio ha sido un momento de grandes aprendizajes para nuestra iglesia. Y sobre todo para la Familia Claretiana.

  Los día previos a la Jornada mundial de la Juventud, la Familia Claretiana ha realizado su II encuentro mundial, con delegaciones de la India, Francia, Italia, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, Costa Rica, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Chile, EEUU y por supuesto Argentina. Miembros de la familia Claretiana, Misioneras Claretianas, Religiosas de María Inmaculada, Misioneras de San Antonio María Claret, Seglares Claretianos, se dieron cita para compartir el carisma.

  Durante tres días hemos compartido en torno al Carisma Claretiano. Entre la música, la fiesta y la integración, hemos vivido una experiencia novedosa, por un lado la experiencia eucarística y de oración que nos preparó para una acción misionera.

  Salir a evangelizar a la playa Copacabana en Rio de Janeiro, fue una acontecimiento novedoso para muchos jóvenes, salir a hablar de Jesús de Nazaret en la playa permitió vivir una jornada misionera de anuncio del Evangelio a los turistas y transeúntes, los jóvenes con Biblia en mano y una bolsa de semillas fueron hablando con algunas personas a las que se les compartió la parábola del sembrador y se les compartió quienes eran la familia claretiana. Esta experiencia cualificada, personalizada marca una diferencia al participar en esta JMJ.

  El Papa llegó a Rio y ha continuado animando a la Iglesia desde una perspectiva de cercanía al pueblo y a los pobres, su llegada estuvo marcada por el contacto directo. Un llamado a salir a las Calles, a no dejarse excluir, a salir de los despachos parroquiales, de las instituciones, es decir una iglesia inserta en medio de las situaciones de este mundo.

  En medio de la visita del Papa, se desarrolló el II Encuentro JMJ+FC, dejando grandes retos en el camino por construir el movimiento mundial juvenil de la Familia Claretiana:
  • Lograr fortalecer la identidad claretiana de los y las jóvenes.ž 
  • Potenciar la animación bíblica de la pastoral Juvenil. 
  • Fortalecer e incentivar nuestro trabajo en la Justicia, la paz y la Integridad de la creación. 
  •  La creación de estrategias de comunicación y conformación de la dinámica del Movimiento Juvenil de la Familia Claretiana.
  Los días 28 y 29 de julio luego de la JMJ nos volvimos a encontrar como Familia Claretiana para evaluar y definir el camino a seguir:
  • Se valora positivo la realización del JMJ+FC ya que logra dar un carácter cualificado y formativo a la participación en un evento tan masivo.
  • La JMJ+FC permite profundizar decantar las experiencias vividas, generando momentos de discernimiento sobre la vocación de los y las jóvenes.
  • Ha permitido la integración y el compartir el don carismático claretiano entre los jóvenes, permitiendo reconocer nuestra presencia en el mundo.
  • Ha sido un espacio de reflexión y análisis de las perspectivas de la pastoral juvenil en la Congregación y especialmente en Améric.

   La JMJ+FC es un espacio que tenemos que fortalecer para permitir a los y las jóvenes encontrar en el carisma claretiano y la propuesta de Jesús de Nazaret un estilo de vida que los haga constructores de paz, de justicia y fraternidad, haciendo que logren fortalecer su identidad vocacional.
  Es necesario fortalecer los procesos de formación juvenil para que se cualifique la participación en una actividad masiva como la JMJ o cualquier acto similar a este.


Reportaje gráfico del Encuentro FC

Nos lo presenta, en su página de Facebook, el P. Henry Ramírez, de Colombia-Ecuador. 
Miremos finalmente, el recuento que de estos dos importantes eventos, el eclesial y el congregacional, hacen nuestros hermanos, los anfitriones:

//www.claretianos.com.br/noticias/2106/A+JORNADA+MUNDIAL+DA+FAMILIA+CLARETIANA+DEIXA+SAUDADES